Franz Sánchez
NUNCA MÁS... NO A KEIKO... LA MAFIA SE TERMINÓ
NUNCA MÁS... NO A KEIKO... LA MAFIA SE TERMINÓ
Porque no creo que deba premiar con mi voto una opción política que tanto daño le hizo al país. Porque en lugar de exhibir modales más democráticos, el fujimorismo se sigue jactando de su autoritarismo. Porque en lugar de distanciarse de su talante autocrático, escogió dos momentos clave d...e la campaña electoral (el debate y el cierre) para mostrar su verdadera faz, la del pasado más vergonzoso, la del pillaje, la rapiña, las matanzas, la toma de los medios de comunicación.
No votaré por Fujimori porque definir aquel régimen despótico, que quiso perpetuarse con fórceps y aceitando voluntades, como “el mejor gobierno de la historia del Perú” es evidenciar que el embuste volverá para entronizarse. Porque si bien es cierto, como decía Otto Von Bismark, que nunca se miente tanto como antes de unas elecciones y después de una cacería, en el caso del fujimorismo el engaño, la farsa y la trapacería son como una santísima trinidad y connaturales a él.
No votaré por Fujimori porque por más que hayan gritado a los cuatro vientos que hay tecnócratas respetables entre sus filas –que los hay–, también se aprecian antiguos acompañantes que apañaron la corrupción y fueron recurrentes visitantes a la salita siniestra del SIN.
No votaré por Fujimori porque en lugar de hacer un mea culpa, una autocrítica, pedir perdón, exteriorizar signos de conversión, o algo que denote una transformación auténtica, se dedicó a corear el “¡chino, chino, chino!”, que a muchos suscita tanta añoranza, pero a mí me suena como a rayar una pizarra con un tenedor.
No votaré por Fujimori porque aun cuando ahora exhiba una faceta aparentemente afable, su doble cara no deja de aflorar. Porque como ha dicho el profesor de Harvard, Steven Levitsky, “se puede tener dudas de Humala, pero de Fujimori tenemos pruebas”. Porque el fujimorismo, quiérase o no, está documentadamente vinculado a la mafia, a la cleptocracia, al pandillaje, a la podredumbre, a la canceración, a la venalidad, y, nunca lo olviden, posee alma de alacrán. Porque si bien es correcto que a la candidata del fujimorismo recién le estaban saliendo las primeras espinillas cuando su papá se dedicó a hacer de la política un jardín frondoso de víboras y rencores, no es menos cierto que en vez de renegar de ese pasivo y hacer un pucherazo, lo ha aplaudido con orgullo.
No votaré por Fujimori porque, la verdad, aunque quisiera creerle a Keiko, su palabra no me inspira ninguna garantía, ni confianza, ni nada que se le parezca. Porque cuando jura por dios y por todos los santos que no liberará a su papá, pues no le creo, y pienso que, de llegar al poder, buscará la forma de excarcelarlo, como sea: presionando al Poder Judicial, haciendo enjuagues bajo la mesa, negociando algún tipo de figura forzada, excavando un túnel, lo que sea, y esa liberación despertará tal indignación que es difícil prever sus consecuencias. Porque voy doble contra sencillo que, si se hace del poder, ello ocurrirá de todas maneras, recuérdenlo bien.
No votaré por Fujimori porque no veo dicha alternativa como el “mal menor”, sino como un mal a secas. Porque si la muchachada opusdeísta, en bloque, ya está anunciando que votará por el fujimorismo y rezándole a su santo para que así sea, pues ello ya es razón suficiente como para advertir que algo no anda bien. Porque tengo la sensación, de igual forma, que con un triunfo de Fujimori la polarización se hará insoportable.
Porque ya me cansé de votar empujado por el miedo. Porque, como ha dicho Jaime Bedoya en su blog: “Un país sin autoestima no es tal. Será un pacharaco mercado emergente, un foco de inversión ligero de cascos, un conjunto de ghettos acostumbrados a vivir de espaldas entre sí rumiando el odio fraterno, pero difícilmente será otra cosa”. Porque, además de lo esbozado por Bedoya, una nación sin dignidad ni memoria y desapego a la democracia y la libertad, carece de futuro.
Porque el crecimiento económico será importante, pero pienso que el respeto a los derechos humanos lo es más. Y al fujimorismo –lo siento, pero es así– aquello último les importa un carajo.