Franz Sánchez
Más de un millón de votos son los que separan al primero del segundo candidato que pasa a la segunda vuelta. El líder nacionalista Ollanta Humala tiene el 31% del total de votos y es seguido, de lejos, por la candidata que viene del oscuro pasado reciente, Keiko Fujimori, quien obtiene el 23%.
Para algunos, este escenario es catalogado como el mismo “Apocalipsis”. Mientras que otros ya “ajustaron” su lenguaje y ya no piensan que se trate de una elección entre “el cáncer y el sida”. Para el escritor Mario Vargas Llosa, los últimos resultados dados a conocer por la ONPE, que ponen frente a frente a Keiko Fujimori y Ollanta Humala, dejan ahora al Perú al borde de dos opciones, “el suicidio o el milagro”, según sentenció.Y es que entre el “suicidio” y el “milagro” existe una holgada diferencia. En la medida que mi pragmatismo no llega a convergir con fenómenos sobrenaturales, opino que la primera opción sería francamente irremediable.
El escenario electoral y sus protagonistas (que solo pueden aparecer en el Perú), también es un importante indicador de la coyuntura social. Y aquí hay que ser enfáticos frente a García, que miente cuando dice que el 30% de votos humalistas representan a un reducido grupo que rechaza su política. Más de dos millones de votos a favor de Alejandro Toledo tampoco aprueban el sistema, ni su política económica, ni el grado de injusticia e intolerancia que se vive en el país.
Los números lo ratifican: Alan García prefiere decir “tengo el 26% de aprobación” que reconocer su escandalosode desaprobación (69%), uno de los más altos de América Latina. Para tener una idea de lo que esto significa citemos otra vez a la Venezuela que tanto les escuece a algunos, donde Hugo Chávez tiene un 51% de aprobación.Otra distorsión: el presidente felicita a Kuczynski por haber contado con el mayor respaldo de la juventud. ¡Por favor! Sólo el 17.4% de sus votos provienen de electores entre 18 y 24 años de edad, mientras que 17.9% le vienen de los que tienen entre 25 y 34 años. Más respaldo juvenil obtiene Humala, con 23.9% entre los 18 a 24 años, y 24.2% de los que están entre 25 y 34.
Ahora bien, ¿qué es lo que deben hacer tanto Ollanta Humala como Keiko Fujimori, cuando todavía tienen al 50% de la población en contra?.
En mi opinión, Keiko la tiene más difícil. La imagen del padre, que le costó tanto diluir, volvió con furia desde la DINOES hasta la boca de sus simpatizantes, que gritaban “Chino, Chino, Chino” trayendo omninoso recuerdos noventeros al son de tecnocumbia, del baile del chino con chullo y con su lluvia de millones que caía sobre otros.En el espectro político es previsible que los sectores más conservadores de la derecha la sigan. Es casi un hecho que el sector A de la población la respaldará. Su gran reto sigue siendo los que herán los sectores medios del electorado.
Keiko Fujimori representa la continuación del modelo de García. No hay duda que ella mantendrá la apertura financiera y comercial incondicional, la inhumana “flexibilización” laboral, la alegre explotación de recursos, la pernnidad y vigencia de los contratos firmados por su padre. En resumen más de lo ya visto, más de lo mismo.
El fuerte de la candidata es su incidencia en los sectores pobres de la población atacados de amnesia selectiva. Sus votantes sólo recuerdan el primer gobierno de su padre, en el que accedieron a ayudas, pues después fueron los olvidados de siempre.En el caso de Ollanta Humala, el candidato sigue generando ciertas suspicacias en la población por el cacareado asunto del respeto al sistema democrático (que, aunque no quieran reconocerlo sectores de la opinión pública, está demostrando tenerlo). Lo que es indudable es que con él hay el beneficio de la duda, lo que quienes no le hacen concesiones califican de “peligroso”.
Es allí donde se marca la diferencia entre uno y otro candidato. De un lado está el recuerdo de la dictadura impuesta en los 90s por el hoy presidario Fujimori, los crímenes de lesa humanidad por los que purga condena, el transfuguismo, el robo y la corrupción en su más alta insolencia. Del otro está sólo la sospecha de una injerencia venezolana, brasileña o de cualquier otro lado.
Haciendo el contrapeso, y más convencido que nunca, creo que el Estado tiene que ser reivindicado, porque muchos de nuestros compatriotas todavía no lo conocen. Porque los analistas limeños cómodamente instalados al costado del gobierno, no saben lo que es lidiar, en las provincias, con la burocracia, la miseria, la injusticia o la necesidad, y desde su confort opinan que el Estado debe mantenerse en el anonimato o hacerse invisible.Los conflictos sociales necesitan ser resueltos, en Bagua, en Islay, en las zonas más apartadas del Perú, donde la primera cara que el peruano ve del gobierno es la de la “represión”, el lobbismo, cuando no es la cara de las transnacionales frotándose las manos.
El programa “La gran transformación” merece por lo menos ser escuchado, estudiado y objetado si es el caso, pero no podemos permitirnos más intolerancia frente al cambio sólo porque el sector económico que maneja los medios de comunicación quiere seguir lucrando. No pretendamos ser sordos cuando podemos darnos la oportunidad de escucharnos todos.
Y se quiera o no, con los resultado oficiales de la ONPE, confirmamos que si bien el país está fragmentado en diversas opciones, un amplio sector de la población peruana apoya una reforma del Estado que incluya un “ajuste” del régimen económico, asegurando un trato nacional a la inversión extranjera, la revisión de algunos contratos que son lesivos a nuestra soberanía, la aplicación de políticas sectoriales, una justa distribución de ganancias (evitando que el crecimiento económico lo aprovechen sólo unos cuantos), una reforma tributaria integral que considere el impuesto a las sobreganancias, etc. Todo esto no es algo demente, ni alucinaciones de radicales, son temas que se deben incluir en las conversaciones del electorado, y con más razón en la agenda de los políticos.
Ollanta Humala, es un hombre sin retórica que le habla a la gente en forma simple y sin sutilezas, en ocasiones da la impresión de no ser un orador elocuente, pero, ¿quién necesita más verborrea?, si ya conocemos a locuaces gobernantes que le dan la espalda a sus pueblos.
No podemos retroceder lo avanzado, y retroceso sería volver a la década de los 90. Ahora quisiera saber qué harán los intelectuales galardonados y políticos apasionados por la democracia, cuando tengan que sufragar, cuando estén solos, con sus cédulas y su conciencia, en la cámara secreta.
Haga usted mismo su propio balance ante este balotaje. Antes de sufragar, el 5 de junio, acuérdese de los crímenes de la Cantuta y Barrios Altos, de los periodistas desaparecidos, de las masacres escondidas, de los robos millonarios, de la corrupción más pura, de la sinvergüenzería asquerosa, de la cobardía suprema, expresada por fax, de la doble nacionalidad oculta. El sufragio en este sentido supondrá un voto a favor de la etapa más criminal de la historia peruana, si no latinoamericana, sólo comparable con las dictaduras de Pinochet o Videla. Como si fuera poco, un indulto de Alberto Fujimori Fujimori podría generar el mismo pedido a favor de otro terrorista, Abimael Guzmán Reynoso, nada menos .
La familia Fujimori, o con más precisión, la dinastía Fujimori, encabalgada otra vez en el poder, podría significar, por último, un escenario más temible aún para nuestra patria: un segundo round terrorista. ¡Esto no queremos nunca! ¡No debe haber vuelta al pasado!.
Queda un 50% de electores libres para uno y otro bando, pero se da la simpática coincidencia de que la mayoria de ese 50% también representa a la población “que no está de acuerdo con el sistema económico o que reclama un ajuste del modelo..." Todo esto son números y cifras, la realidad la conoceremos, después del balotaje, pero seamos optimistas, apostemos como el grueso de los peruanos por el futuro, por el verdadero cambio.